Durante la etapa de crecimiento infantil es importante no descuidar el aporte de dos tipos de nutrientes fundamentales, los minerales y las vitaminas. La necesidad de macronutrientes ya los tratamos en un artículo anterior.
Los minerales y las vitaminas constituyen el grupo de los micronutrientes. Los micronutrientes son aquellos que se encuentran en una baja proporción en los alimentos pero que son imprescindibles para un correcto funcionamiento del organismo.
Los minerales que se recomiendan ingerir desde el nacimiento hasta los tres años (y que igualmente deberían seguir tomándose aún después de esta edad) son: calcio, fósforo, magnesio, fluoruro, hierro, manganeso, zinc, cromo, cobre, yodo, selenio y molibdeno.
Todos estos minerales se encuentran naturalmente en los diversos alimentos y si el niño sigue una correcta alimentación no debería sufrir ningún déficit ni exceso. El único mineral que puede presentar problemas es el hierro, ya que la leche materna no cubre las necesidades de hierro a partir de los tres meses de vida. Esto no indica que a partir de esta edad debamos suplementar la alimentación ya que todo suplemento debería ser recomendado por el pediatra del niño.
Es importante que el niño siga una alimentación lo más variada posible, ya que las vitaminas, son unos nutrientes esenciales, que el cuerpo sólo puede conseguir mediante la alimentación. Sólo algunas vitaminas (D, K, B1 y B12) pueden ser sintetizadas por el propio organismo.
A medida que el niño va creciendo su cuerpo también experimenta una mayor demanda de vitaminas ya que estas participan en numerosos procesos. En la etapa de crecimiento se recomienda la ingesta de vitamina A, D, E, K, vitaminas del grupo B y ácido fólico.
Como sucede con los minerales, darle al bebé el alimento adecuado según su etapa de crecimiento asegura un correcto aporte de vitaminas.