En la lactancia materna un bebé debe ser alimentado a demanda pero en el caso de los bebés prematuros la frecuencia de tomas de leche aumenta hasta las 8 o 10 diarias. Se desaconseja dejar pasar más de cuatro horas entre una toma u otra.
La característica principal de los bebés prematuros es que no han alcanzado la madurez de su organismo y obviamente tampoco la madurez digestiva. Esto se traduce en que tienen más regurgitaciones y digestiones pesadas que los bebés que han nacido a los nueve meses.
Los trastornos
por regurgitación en un bebé prematuro entrañan un riesgo importante, el del
vómito. Si las regurgitaciones del bebé
acaban en vómito es posible que éste no aumente de peso del modo adecuado.
Si se está llevando a cabo una lactancia artificial con una fórmula adaptada,
se deberá cambiar la fórmula adaptada por una específica Anti Regurgitación
(AR).
Si el bebé prematuro nace con tanto tiempo de antelación que requiere ser ingresado en una unidad de cuidados intensivos, la madre puede alimentarlo con leche materna aunque en muchas ocasiones el bebé no está preparado para succionar, entonces la madre deberá extraerse la leche ella misma.
En este caso es importante que vacíe completamente ambos pechos, ya que al vaciarlos se estimula la producción de leche y de este modo se garantiza que la leche sea suficiente.
Si el bebé no está preparado para succionar se le alimentará mediante una sonda gástrica. En este caso, la leche materna sigue siendo el mejor alimento para el pequeño aunque si las circunstancias lo requieren esta alimentación a través de sonda también se puede dar con una fórmula adaptada.
Posteriormente, la introducción de alimentos sólidos en el bebé prematuro se adhiere a unas normas específicas por lo que es conveniente que el pediatra dicte las pautas de la alimentación complementaria.