Los bebés, a partir del primer año de vida, deberían comer todo tipo de alimentos para así adquirir unos hábitos de vida y alimentación saludables al mismo tiempo que se integran en los patrones de la vida familiar.
Normalmente la alimentación que siguen estos bebés es igual a la de su familia, lo único que cambia es la trituración de los alimentos en función de la posibilidad masticatoria del niño.
En esta etapa normalmente sólo hay un alimento susceptible de ser incorporado o no y es la leche de vaca frente a la leche de continuación.
Tanto si damos leche de vaca a partir del año o leche de continuación, debemos tener en cuenta que las proteínas que se encuentran en la leche de vaca así cómo sus azúcares (lactosa) van a estar presentes también en la leche de continuación, dado que estas leches se formulan a base de leche de vaca. (También existen leches de continuación basadas en proteína de soja para los niños intolerantes a la lactosa.)
Viendo que la base es la misma, hay que fijarse en las diferencias. Las leches de continuación están altamente enriquecidas en minerales como el yodo, el hierro, el zinc, el calcio y el fósforo. Para las demás vitaminas y minerales, una leche de continuación debe tener como mínimo la riqueza de la leche de vaca.
La leche de vaca cuenta también con multitud de nutrientes y vitaminas, pero su composición es natural, no se enriquece en su proceso de elaboración.
Por tanto podemos concluir que la leche de vaca es una alternativa mucho más económica que la leche de continuación y con una cantidad adecuada de vitaminas y minerales.
El niño bien desarrollado, y con una dieta equilibrada, no necesitaría leche de continuación, por ende, esta opción dependerá únicamente del criterio de la madre y del pediatra si se presume la falta de algún nutriente en la alimentación..