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Durante el embarazo se producen cambios en el funcionamiento de nuestro organismo y puede ser necesario adaptar nuestra alimentación a éstos.
La conocida anemia del embarazo hace referencia a un déficit de vitamina B12 y ácido fólico, ya que éstos son necesarios para la formación de nuevos glóbulos rojos y por lo tanto su deficiencia lleva a cuadros de anemia. Para evitarlo se deben consumir alimentos ricos en estas sustancias.
La vitamina B12 se encuentra en carnes animales y sobretodo en vísceras, estando presente también en ostras, crustáceos y huevos. El ácido fólico (que además es muy positivo para el desarrollo intrauterino del bebé) se encuentra básicamente en verduras de hoja verde.
Otro problema que puede derivar del embarazo es la hiperacidez gástrica. Este cuadro clínico se caracteriza por sensación de quemazón en el tubo digestivo y se acompaña de reflujo gastroesofágico (sensación de que la acidez asciende hacia la boca). Para minimizar estos síntomas es necesario evitar comer durante el embarazo alimentos muy grasos y por tanto de difícil digestión, del mismo modo es importante realizar las comidas en menor cantidad aunque con mayor frecuencia y dejar un espacio mínimo de dos horas entre la cena y el descanso nocturno.
Debido a la importante dilatación del útero y la presión que se ejerce sobre los demás órganos la embarazada también puede tener incómodos problemas de estreñimiento. Para solucionar esta condición de manera natural será necesario incorporar fibra insoluble durante el embarazo (que no se puede absorber) en la dieta y acompañarla de ingestas importantes de líquido, preferiblemente agua y en torno a los 2 litros diarios.
También es común sufrir retención de líquidos, ésta se va a manifestar principalmente en forma de edemas durante el embarazo que ocupan las piernas y las hinchan. Para mejorar esta situación será importante beber abundantes cantidades de agua y restringir el sodio y la sal común de la dieta.
