Son muchas las madres que se ven obligadas a abandonar la beneficiosa lactancia materna debido a compromisos laborales u otras actividades que no permiten que la madre pueda darle de mamar directamente a su hijo.
Afortunadamente esto no significa que el niño deba dejar de recibir leche materna, puede seguir alimentándose a base de ésta pero para ello es imprescindible que la madre sepa como almacenar su leche al extraerla.
Primeramente es importante que con dos semanas de anticipo la madre empiece a extraerse la leche, de este modo adquirirá una buena técnica de extracción y podrá empezar a almacenarla para crear una reserva.
Una vez extraída la leche es importante colocarla en un recipiente adecuado (hay bolsas estériles con cierre hermético que se venden para tal fin) e indicar en la bolsa la fecha de extracción de la leche.
Este sencillo gesto permitirá a la madre controlar el tiempo máximo que puede conservarse la leche para así utilizarla antes.
La leche que se conserve a temperatura ambiente no se deberá conservar más de 8 horas. La leche que se deje en la nevera tendrá una validez por un período de 8 días y si la leche se decide conservar en el congelador podrá ser útil hasta los 3 meses después.
La leche que se decida congelar se deberá descongelar a temperatura ambiente y en ningún caso se podrá volver a congelar posteriormente.
Una vez descongelada o sacada de la heladera, es importante agitar bien el envase dónde se encuentre la leche antes y después de calentarla para dársela al bebé, de este modo recupera su textura y aspecto homogéneo (debido a que se separan la fase grasa y la acuosa).