A partir del primer año de vida lo que pretende una correcta alimentación infantil es que el niño vaya adaptando sus patrones alimenticios para asimilarlos a los del resto de miembros de la familia. En este período se deben asentar las bases alimentarias que permitan que el niño en su edad adulta sea capaz de alimentarse de forma equilibrada y de adoptar unas pautas de vida saludable.
En muchas ocasiones dado que los padres no están correctamente informados o bien debido a las características individuales del niño, se empiezan a permitir excesos en su alimentación.
Cualquier niño, a no ser que una enfermedad como la diabetes mellitus I se lo impida, tiene derecho a consumir de forma esporádica alimentos dulces como las golosinas, el chocolate o bien alimentos con un alto índice calórico como un pastel o cualquier otro tipo de pasta.
El problema reside en que en múltiples ocasiones estos excesos pasan a formar parte de la alimentación habitual del niño y no de forma esporádica. Esto puede conllevar graves consecuencias tales como la obesidad, la diabetes en la edad adulta (de tipo II) y además la ausencia de una vida saludable con una dieta equilibrada (con todos los riesgos propios que esto conlleva).
Cuando se detecta que un niño toma alimentos de forma diaria que deberían ser de consumo esporádico, hay que volver a educarlo en cuanto a la alimentación se refiere. No se deben restringir completamente estos alimentos pero sí darse en contadas ocasiones.
Del mismo modo una alimentación infantil saludable debe estar constituida por una dieta variada para poder ingerir todos los grupos de alimentos de forma diaria, especialmente las frutas y las verduras (ya que de éstas se necesitan cinco raciones diarias).
Es importante que los padres sepan que pueden contar siempre con la ayuda del pediatra.