Antes de adentrarnos en los beneficios de cocinar con harina integral vamos a ver primero cómo ir introduciendo este ingrediente en nuestra alimentación habitual.
La harina integral va a aportar un
sabor muy diferente a nuestros platos y también una consistencia, densidad y
color distintos. Para que este cambio no sea muy brusco se debe empezar
sustituyendo sólo parte de la harina blanca por harina integral. Concretamente
se debe sustituir la mitad de la harina blanca por harina integral.
Si el sabor nos gusta, a medida que nos vayamos acostumbrando, el porcentaje a sustituir puede aumentar, llegando incluso a utilizar únicamente la harina integral.
Para cocinar con este ingrediente es importante tener en cuenta que la harina integral debe tamizarse de dos a tres veces para evitar que después se formen grumos.
El primer beneficio lo van a notar las
personas con sobrepeso. Aunque el contenido en calorías es muy similar entre
las dos harinas, la harina integral no se absorbe tan rápidamente, y finalmente
encontramos que no engorda del mismo modo.
Además, su alto contenido en fibra hace de la harina integral un alimento muy saciante que calma de forma más eficaz nuestro apetito.
Precisamente por su alto contenido en fibra
(sobretodo si la comparamos con la harina blanca), la harina integral ejerce un
efecto importante y positivo para el tránsito intestinal.
Al aportar más fibra permite que nuestros intestinos se limpien mejor. Eso sí, siempre que ingerimos una cantidad importante de fibra es imprescindible beber la suficiente agua, en torno a 1.5 o 2 litros diarios.
Y finalmente uno de los más importantes beneficios de cocinar con harina integral es para las personas diabéticas. Ciertos alimentos están muy recomendados en la diabetes, especialmente aquellos que tienen un alto contenido en fibra como es el caso de la harina integral.
Los carbohidratos de la harina integral se absorben de forma mucha más lenta y esto ayuda a mantener unos niveles de glucosa en sangre más estables.