A lo largo de las distintas etapas de crecimiento se debe alimentar al niño de modo que éste obtenga todos los macronutrientes y micronutrientes necesarios.
El grupo de los macronutrientes lo constituyen los hidratos de carbono (azúcares y harinas), las proteínas (lácteos, carne y pescado) y las grasas (tales como aceite o margarina).
El aporte de hidratos de carbono durante los primeros seis meses debe obtenerse exclusivamente de la leche (que proporciona lactosa). A partir de los seis meses de vida se pueden añadir otros azúcares simples (que vienen incluidos en los cereales o leche de continuación) y finalmente, a partir del primer año de vida el niño puede tomar sacarosa, que sería el azúcar de mesa utilizado por los adultos.
Para el correcto aporte de proteínas es imprescindible una buena lactancia (siempre es preferible que sea materna) ya que durante los primeros meses de vida aumentan las necesidades de aminoácidos esenciales (una parte de la proteína que sólo se puede ingerir con los alimentos y que el cuerpo no sintetiza). La leche materna es capaz de cubrir el aporte de proteínas necesario de los 0 a los 6 meses de edad.
A partir de los 6 meses de vida y hasta los tres años de edad las proteínas se pueden aportar mediante la alimentación común ya que la necesidad de éstas baja considerablemente en comparación con la etapa de lactancia.
Las grasas también deben aportarse en su justa medida como todo nutriente. En los dos primeros años de vida no se debería controlar esta ingesta a no ser que el pediatra así lo recomiende. La mejor fuente de ácidos grasos esenciales es la leche materna.