El verano demanda ante todo una hidratación extraordinaria. ¿Por qué sucede esto? Durante el verano aumenta la temperatura corporal y el organismo tiene un mecanismo para refrescarse y que el calor que acumula el cuerpo no sea excesivo. Este mecanismo es la transpiración (el sudor). Con la transpiración no únicamente se pierde agua sino también multitud de sales minerales (tales como el potasio).
La necesidad prioritaria que tiene el organismo durante el verano es recuperar esta agua y estas sales que pierde mediante la transpiración.
Es importante que los padres tengan este concepto claro para saber cómo deben y cómo no deben alimentar a sus hijos durante el verano. Una correcta ingesta de líquidos es primordial, pero, ¿de qué tipo?
Los niños se suelen decantar por bebidas muy dulces, bien, esta no siempre es la mejor opción. Muchas de estas bebidas infantiles tienen una gran concentración de glucosa pero un pobre aporte en sales minerales.
Dicho esto, deberemos buscar bebidas de agradable sabor pero con un rico aporte en vitaminas y minerales. Estas bebidas son: las bebidas isotónicas (una de sus grandes ventajas es que se encuentran en multitud de sabores) y los jugos naturales de frutas.
Los jugos naturales de frutas son idóneos dado que alimentan por su concentración en fructosa (un tipo de azúcar exclusivo de las frutas) y porque aportan sales minerales y vitaminas.
Respecto a los alimentos sólidos, nos debemos inclinar por las frutas de temporada tales como la sandía (con un excelente aporte de agua) y el melón (que presenta un aporte importante de fructosa.)
Se recomiendan los platos fríos o tibios (para no aumentar aún más la temperatura corporal), así como las ensaladas, los lácteos y los quesos frescos.
Los helados también pueden permitirse pero siempre de forma esporádica ya que no contribuyen a una dieta equilibrada.