La deshidratación en niños se produce cuando hay una pérdida de líquidos excesiva, esta pérdida no es únicamente de agua sino que además se pierden múltiples electrolitos. Estos electrolitos son minerales imprescindibles para el correcto funcionamiento del organismo, tales como el hierro, el sodio, el cloro o el potasio.
Son múltiples las causas que pueden producir deshidratación en niños, entre ellas la transpiración excesiva producida por un golpe de calor, las náuseas y vómitos o los episodios de diarrea.
En las edades más tempranas puede resultar difícil controlar la hidratación de nuestro bebé pero lo avisará mediante algunos síntomas de alerta tales como: una sed excesiva (el niño beberá todo líquido que se le ofrezca), llanto que no obedece a otras causas, sequedad de piel, boca y lengua y en algunos estados más avanzados la deshidratación puede cursar con fiebre.
Para tratar este estado de deshidratación es necesario que el niño ingiera líquidos, pero no únicamente agua porque también debe reponer los electrolitos perdidos, así que la solución idónea es administrarle un suero de rehidratación oral que el niño irá bebiendo a medida que tenga sed. Si esta deshidratación es debida a trastornos gastrointestinales también será necesario administrar una dieta blanda hasta que remitan los síntomas.
Aunque la mejor opción siempre será prevenir la deshidratación en niños, para esto es imprescindible que beban agua de forma constante, además de jugos de fruta (a ser posible naturales). Si el niño ya ha iniciado la alimentación complementaria es importante que tome al día varias piezas de fruta, ya que tienen un alto contenido en agua, vitaminas y minerales.
En verano puede ser que el niño pierda parte del apetito por lo que es importante ofrecerle platos frescos (como por ejemplo los platos tibios de verduras) ya que éstos tienen un mayor contenido en agua.