La vitamina K o Fitomedianona es una de las vitaminas que forman parte del grupo de las hiposolubles, son retenidas por nuestro organismo con mayor facilidad, y no es necesario una ingesta diaria de la misma.
Básicamente esta vitamina K tiene dos funciones principales, la de regular la coagulación de la sangre, motivo por el cual se evitan hemorragias internas y la de colaborar en la formación de los huesos.
La vitamina k tiene tres variantes, la K1, K2 y K3, la primera la ingerimos por los alimentos, la segunda la sintetiza nuestro propio organismo por medio de la bacteria intestinal y la tercera se encuentra en nuestro propio hígado, y es utilizada como reserva en caso de carencia de las dos anteriores.
Por lo general, si presenta un buen estado de salud, el cuerpo no suele presentar carencia de vitamina K, aunque pueden darse casos, en estas situaciones el principal síntoma podría ser la coagulación deficiente que provocaría sangrados ocasionales por las fosas nasales, encías, menstruación abundante, moratones por golpes leves, sangrado en las heces etc.
Esta vitamina K, en concreto en su clase K1 se puede encontrar en los vegetales de hojas verdes como son la lechuga, espinacas, perejil, col de hoja o col de grumo, bróquil, espárragos. En menor cantidad está en la lechuga iceberg o en las judías verdes.
Las frutas son otro alimento que aporta vitamina K, las más destacables son las fresas, los kiwis y los plátanos o banana.
También en las carnes animales encontraremos vitamina K, como en el hígado de estos, en el pollo, la ternera, cordero, aunque los niveles que contiene son muy bajos, lo mismo ocurre con el huevo.
La vitamina K la podemos encontrar en otros alimentos, aunque en menores cantidades, como los aceites vegetales entre los que mencionaremos el aceite de soja o el de oliva. Entre los frutos secos podemos destacar las pipas de girasol y los pistachos.
Entre los cereales destacar los integrales y el germen de trigo como los que más tienen vitamina K.