La intolerancia al gluten (también conocida como celiaquía) es una enfermedad intestinal.
El gluten es una proteína presente en la mayoría de cereales que al entrar en contacto con el intestino de una persona celíaca o intolerante, le produce una reacción alérgica de carácter inmunitario (el organismo reconoce la proteína del gluten como extraña).
El intestino, al estar expuesto al gluten, acaba siendo dañado. Cuando se dañan las micro vellosidades intestinales (encargadas de la absorción de nutrientes) se produce una consecuente mala absorción con otros grupos de alimentos tales como las vitaminas, proteínas, hidratos de carbono, grasas y sales minerales.
El riesgo final de este daño en el intestino es acabar padeciendo un cuadro de desnutrición u otras enfermedades derivadas de la mala absorción de nutrientes, tales como la anemia ferropénica.
Los primeros síntomas de la celiaquía son detectables entre los seis y nueve meses de vida, este período coincide con la introducción del gluten en la alimentación complementaria. Es entonces, ante esta exposición, dónde se puede manifestar la enfermedad celíaca.
Los bebés que están más expuestos a padecer esta enfermedad son aquellos que tengan un familiar de primer grado celíaco, síndrome de Down o diabetes tipo I.
Los síntomas más característicos son dolor abdominal, hinchazón abdominal, diarreas y erupciones cutáneas.
Si se advierte que alguno de estos síntomas perduran en el bebé (habiendo adoptado ya medidas dietéticas, tales como un cambio de leche o cereales) se deberá consultar con su pediatra para que éste, mediante determinadas pruebas, verifique o no el diagnóstico de intolerancia al gluten y se inicie el tratamiento con la dieta.