La práctica de cualquier tipo de actividad física requiere ciertas condiciones alimenticias en función de las cuales se puede lograr un mayor rendimiento y un mejor resultado.
La alimentación es un factor muy importante en el deporte y condiciona notablemente el resultado de los entrenamientos, por tanto es importante alimentarse del modo adecuado a lo largo del día y también en las horas previas al ejercicio.
Tras la ingestión de alimentos, gran parte de la sangre del organismo se concentra a nivel del aparato digestivo para que éste pueda llevar a cabo sus funciones. Que la actividad física se lleve a cabo mientras se está haciendo la digestión interfiere en la misma y esto se traduce en molestias gastro intestinales que pueden ir desde sensación de quemazón hasta náuseas y vómitos.
En base a esto la primera pauta a seguir es no hacer ejercicio mientras dure la digestión, esto va desde las dos a las tres horas después de la última ingestión de alimento.
Lo que se recomienda es que la última comida a realizar antes del ejercicio físico se ingiera tres horas y media con anterioridad, de este modo, al practicar deporte nos aseguramos que no estamos interfiriendo en la digestión.
No únicamente es importante respetar este tiempo sino también el tipo de comida que se ingiere antes de realizar una actividad física. En este caso nos debemos decantar por alimentos ligeros y no muy elaborados ni muy grasientos. El hecho de que sean alimentos ligeros no excluye grupos tan importante de nutriente como hidratos de carbono, proteínas y grasas, pero es obvio que antes de un entrenamiento debe estar descartada cualquier tipo de comida basura como por ejemplo la bollería industrial.
Cuanto más grasa es la comida que ingerimos más tarda el estómago en vaciarse y cuanto menos compleja es más rápido se lleva a cabo la digestión.
Un buen ejemplo de qué desayunar o merendar antes de una actividad física importante es el siguiente: un plátano o un zumo de frutas y un mini bocadillo con jamón dulce o salado y aceite de oliva.